Ahorro de dinero
La base de la industrialización de los países ricos fue el uso masivo de combustibles fósiles y hoy sigue siendo un elemento principal de los procesos de cambio económico que caracterizan a los países más poblados del mundo. Desde hace mucho tiempo, en términos cuantitativos los combustibles fósiles aportan el grueso de la energía utilizada por los humanos (y la energía para la producción de los alimentos, se ha hecho más y más dependiente del uso de combustibles fósiles). En las últimas décadas se ha utilizado más petróleo, más carbón y más gas natural que nunca en la historia.
Existen algunos autores que desde hace tiempo han advertido que las reservas de combustibles fósiles son, en términos históricos, muy limitadas y que la disponibilidad masiva de energía fácilmente accesible y muy concentrada durará poco tiempo.
Durante la última década se ha presentado un incremento exponencial en el precio de los combustibles, con lo que se ha vuelto aún más rentable el uso de los recursos renovables. A continuación se presenta el incremento en el precio del gas reportado de 2001 a 2015 en el Distrito Federal:
Si hacemos una proyección a futuro de esta situación, claramente podemos observar que tenderá a aumentar el precio, provocando que cada vez sea menos rentable la utilización de este tipo de energía. Si sacamos un promedio anual del aumento de precio del gas podemos observar que obtenemos un aumento del 13.43% durante los últimos 15 años.
La energía es una de las problemáticas que definirán el destino de México y el mundo en el siglo que comienza. Lo que hagamos o dejemos de hacer a partir de ahora determinará nuestra capacidad para satisfacer los requerimientos energéticos del país, en el futuro.
Como se sabe las fuentes primarias de energía que dominan en el mundo son los hidrocarburos y en la actualidad corresponden al 80.8% de toda la energía primaria producida y consumida. En México, la dependencia es mayor, en el año 2007, el 92% de la producción de energía primaria correspondió a combustibles fósiles (67% petróleo, 23% gas y 2% carbón).
Los países emergentes (China, India, Brasil, México…) y los países menos desarrollados necesitan para su desarrollo tener acceso pleno a las fuentes de energía modernas, entendidas estas como electricidad y carburantes. De ahí que la demanda energética mundial está en continuo aumento a un ritmo de crecimiento anual del 2%. A medida que crece la población y las economías, millones de personas en todo el mundo disfrutan de los beneficios de un estilo de vida que requiere cantidades de energía cada vez mayores. Según la AIE, en su escenario de referencia, la demanda mundial de petróleo evolucionará de 84 millones de barriles al día en 2005 a 116 millones de barriles diarios en 2030, es decir se incrementará un 38% más en ese periodo. Lo cual es un reto colosal en términos de inversiones, en particular en un contexto de declinación de las reservas y las plataformas de producción de petróleo.
Ante esta situación energética mundial y nacional, México requiere un cambio de paradigma energético. Es inevitable preguntarse ¿con cuáles fuentes energéticas se puede enfrentar el agotamiento de los yacimientos de combustibles fósiles y permitir la conservación del medio ambiente para un desarrollo sustentable? Para comprender mejor el reto energético de las futuras generaciones consideremos que la brecha energética que se generará debido al agotamiento de los hidrocarburos es enorme.
Efectivamente: en el año 2008, la energía total que se consumió correspondió a la producción continua de una capacidad instalada mundial equivalente a 15 TW , y se estima que para el año 2050 se requerirá tener 30 TW. Esto es, en solo 42 años deberemos de duplicar la capacidad actual de generar energía para satisfacer la demanda creciente de la misma.
La energía es una de las problemáticas que definirán el destino de México y el mundo en el siglo que comienza. Lo que hagamos o dejemos de hacer a partir de ahora determinará nuestra capacidad para satisfacer los requerimientos energéticos del país, en el futuro.
Como se sabe las fuentes primarias de energía que dominan en el mundo son los hidrocarburos y en la actualidad corresponden al 80.8% de toda la energía primaria producida y consumida. En México, la dependencia es mayor, en el año 2007, el 92% de la producción de energía primaria correspondió a combustibles fósiles (67% petróleo, 23% gas y 2% carbón).
Los países emergentes (China, India, Brasil, México…) y los países menos desarrollados necesitan para su desarrollo tener acceso pleno a las fuentes de energía modernas, entendidas estas como electricidad y carburantes. De ahí que la demanda energética mundial está en continuo aumento a un ritmo de crecimiento anual del 2%. A medida que crece la población y las economías, millones de personas en todo el mundo disfrutan de los beneficios de un estilo de vida que requiere cantidades de energía cada vez mayores. Según la AIE, en su escenario de referencia, la demanda mundial de petróleo evolucionará de 84 millones de barriles al día en 2005 a 116 millones de barriles diarios en 2030, es decir se incrementará un 38% más en ese periodo. Lo cual es un reto colosal en términos de inversiones, en particular en un contexto de declinación de las reservas y las plataformas de producción de petróleo.
Ante esta situación energética mundial y nacional, México requiere un cambio de paradigma energético. Es inevitable preguntarse ¿con cuáles fuentes energéticas se puede enfrentar el agotamiento de los yacimientos de combustibles fósiles y permitir la conservación del medio ambiente para un desarrollo sustentable? Para comprender mejor el reto energético de las futuras generaciones consideremos que la brecha energética que se generará debido al agotamiento de los hidrocarburos es enorme.
Efectivamente: en el año 2008, la energía total que se consumió correspondió a la producción continua de una capacidad instalada mundial equivalente a 15 TW , y se estima que para el año 2050 se requerirá tener 30 TW. Esto es, en solo 42 años deberemos de duplicar la capacidad actual de generar energía para satisfacer la demanda creciente de la misma.